Tu mirada. Mi cielo. Si
pudiera hacerte aparecer entre mi imaginación y el sentirte me enloquece hasta
el grito sin poder gritar.
Suena un blues, bebo un
vino, me abro la blusa, quiero que me acaricies, juegues con la lengua, vivas
en mí; mientras yo, te huelo, perfume a hombre. Me derrite, delira, seduce. Me hace
implorar. Estoy rendida al placer inequívoco del sexo.
Quiero estallar. Quiero
que estalles. Quiero regalarte una noche, dentro de las mil y una noche. Una
noche indeleble, hasta inmortal. Porque cuando de imaginar se trata, todo puede
ser, durar, espaciarse hasta la eternidad.
Entrecruzados en un
enredo carnal. Las pieles se erizan, la lujuria juega con nosotros. Me
estremezco. Te siento entrar. El paraíso existe y tiene tu voz. Tus susurros me
hacen temblar. Tu sexo dentro de mi sexo, me hace vibrar hasta tiritar de
placer. Somos una amalgama acabada. Somos vos y yo.
Jadeos, apretones, un
estrujón de culminación. Nos evaporamos, estallamos, detonamos, nos abrimos
hasta el punto exacto, donde todo es erupción. Sublime. Un tono de muerte.
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