El ruido de la ciudad resulta tan próximo, tan
cercano, que se oye su roce contra la madera de las persianas. Se oye como si
atravesaran la habitación. Acaricio su cuerpo en ese ruido, en ese paso. El
mar, la inmensidad que se recoge, se aleja, vuelve.
Le había pedido que lo
hiciera otra vez y otra. Que me lo hiciera. Lo había hecho. Lo había hecho en
la untuosidad de la sangre. Y, en efecto, había sido hasta morir. Y ha sido
para morirse.
MARGUERITE DURAS
Tu
quietud me intrigaba hasta el orgasmo. Abriste los ojos, se veían muy
irritados, debería de ser por tenerlos tanto tiempo cerrados. Tus pestañas
estaban pintadas de blanco, igual que el resto de tu cara. Me invitaste a tu
único ambiente. Hicimos el amor, sin hablarnos. Tomamos alcohol de una botella
transparente, el efecto que producía al atravesar mi garganta me excitaba.
Comimos unas rodajas de pan lactal viejo, dos naranjas y una banana
asquerosamente podrida. Me dio unas arcadas espantosas. Estábamos tapados con
la frazada apolillada y te vi durmiendo. Tu cara flaca, con una barba
desordenada, desprolija y poca, tu nariz aguileña y la túnica que llevabas
puesta, me hacían acordar a la imagen de Jesús, me daba impresión.
Tu
nombre me lo dijiste varios días después. Estábamos flacos y malolientes. Al
principio sentía asco, pero después me fui acostumbrando. Para esa época me
tenía que venir la menstruación, a lo mejor por mi debilidad el flujo no tenía
fuerza para escabullirse por la entrepierna. Mejor. Así podíamos seguir jugando
con el sexo sin interrupciones sangrientas. Podía divisar el brillo del sol por
la ventana que daba al pulmón del edificio. Pared a vetas grises. Manchas
largas y finas. Como me sentía yo, larga y fina, se me caían los vaqueros y
padecía un fuerte mareo al moverme. Las naranjas y el pan se terminaron
enseguida pero botellas de alcohol con ese gusto dulzón áspero y conmovedor
había más. Me ardía la vagina de tanto que me la metiste. Fue después de mi
grito desgarrador pero poco sonoro cuando nos quedamos dormidos tantas horas.
"No
nos hace falta nada, necesitamos vivir hasta consumirnos, hasta agotarnos de
pasión, hasta humillarnos delante del otro. O estás conmigo o no lo
estás". Era muy loco pero muy tentador. Era muy exagerado pero muy
romántico. Era muy misterioso pero en mí causaba fascinación.
No
me animé a quedarme más tiempo, me fui cuando dormías. Trastabillaba al
caminar. Vi un agujero inmundo. Vi oscuridad. Escuché sirenas y palabras
ahogadas. Escuché silencio.
Volví.
Me acosté a tu lado, te abracé fuerte para no caerme. Ahora sólo me queda
esperar el final. Descubrí que el amor existe, es real y tiene forma de
estatua.
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