martes, 25 de octubre de 2016

Ella miraba por la ventana. Lluvia.
Se entretuvo mirando las hojas verdes de los árboles que comenzaron a mecerse, muy lentamente.
Una música bajita acunaban a las pequeñas gotas.
Pestañeaba al compás del movimiento.
Escurría agua por sus ojos.
Parecía tan armonioso. Tan ajeno.
Una herida harta de sangrar la dirigía.
Ya no podía dibujarse. Ya no podía pensarse.

Ya no podía amar. Ya no podía. 

2 comentarios: