Ella miraba
por la ventana. Lluvia.
Se entretuvo
mirando las hojas verdes de los árboles que comenzaron a mecerse, muy
lentamente.
Una música
bajita acunaban a las pequeñas gotas.
Pestañeaba
al compás del movimiento.
Escurría
agua por sus ojos.
Parecía tan
armonioso. Tan ajeno.
Una herida harta
de sangrar la dirigía.
Ya no podía
dibujarse. Ya no podía pensarse.
Ya no podía
amar. Ya no podía.
Desgarradoramente hermoso!
ResponderEliminarMuchas gracias por todos tus comentarios!!!!
ResponderEliminar