Ella caminó
por el pasillo, como todos los miércoles, para encontrarse.
Él,
usurpador de sueños clandestinos. Ella, amante de las historias con olor a
caramelo. Los dos, adoradores de lo prohibido.
La magia los
envolvía mientras sus cuerpos se desvanecían en caricias y descubrimientos. El
sabor del otro los embriagaba. El más no bastaba. La piel, los besos, el
susurro; los enloquecía.
Estallar y
desarmarse para volverse a armar y estallarse.
Amor,
amarse. Enamorarse.
Ella caminó
por el pasillo, como todos los miércoles, para alejarse.
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